lunes, 8 de diciembre de 2014

"PODEMOS" hacer pasar la explotación por una conquista democrática, o de las implicaciones de la sumisión al capitalismo

Tras los resultados obtenidos en las elecciones europeas de mayo de 2014, el partido político PODEMOS se ha convertido en una fuerza política con posibilidades de gobierno. En la medida que las políticas antisociales avaladas por el PSOE sólo pueden comprenderse como un desplazamiento hacia el discurso neoliberal, PODEMOS, amparado en las premisas de la teoría económica keynesiana, parece estar llamado a ocupar el lugar de la socialdemocracia en el panorama electoral español. Ahora bien, en la medida que la recuperación del modelo keynesiano  del Estado de Bienestar es absolutamente inviable en el actual estado de desarrollo avanzado del capitalismo en España, no son pocas las sombras y dudas que arroja el proyecto socialdemócrata de PODEMOS sobre las expectativas y esperanzas desmesuradas que está acaparando la formación. Descartada la posibilidad de la recuperación del modelo keynesiano del Estado de Bienestar sobre el que se levantan los modelos bolivarianos, y cuya implantación en España, sin embargo, interrumpiría la realización de la ganancia, el proyecto de PODEMOS se situaría más bien en las coordenadas del conocido como "modelo nórdico" de la "flexiseguridad", entendido esencialmente como una adecuación de la teoría económica keynesiana al marco de desarrollo avanzado del capitalismo en el que las exigencias de la rentabilidad implican una verdadera devastación social. Desde esta perspectiva la originalidad bajo la que aparece la "nueva política" que promueve PODEMOS frente a las viejas formas de gobierno de las "castas" radica principalmente en la corrupción estructural a la que estas últimas se encuentran inevitablemente adheridas, en un momento en el que la corrupción, como herramienta del capital para dirigir la política, simplemente ya no es rentable. Las repercusiones que las políticas de PODEMOS pueden generar en la organización a largo plazo de los trabajadores como clase son preocupantes principalmente por las enormes dificultades que este nuevo marco plantearía para la constitución de un sujeto revolucionario.
La economía keynesiana pone el énfasis en el estímulo de la demanda a través del gasto público del Estado como medio para mantener la estabilidad económica. Tradicionalmente, este modelo económico ha sido defendido por la socialdemocracia y constituía, junto a un amplio repertorio de garantías sociales, uno de los fundamentos del Estado de Bienestar cuya implantación se generalizó en los paises capitalistas desarrollados después de la segunda guerra mundial. Si bien es cierto que el el carácter social del Estado de Bienestar se ha interpretado tradicionalmente como una conquista de las luchas históricas de la clase trabajadora, no es menos cierto que dichas conquistas sociales han constituido, a su vez, un modelo rentable de reproducción de la fuerza de trabajo y, por lo mismo, un punto de apoyo para la reproducción de las relaciones de producción capitalistas. Aun más, estas conquistas sociales constitutivas del Estado de Bienestar han generado la percepción de un capitalismo en convivencia con la justicia social, un capitalismo bueno que oculta la explotación sistemática inherente al capitalismo y atribuye sus efectos perniciosos a los abusos aislados de una minoría sobre la mayoría. Todo ello dificulta la constitución de una subjetividad o conciencia revolucionaria en beneficio de una subjetividad que se define a partir del consumo, lo que conduce a un debilitamiento de la organización del proletariado como clase.

Con todo, el modelo económico keynesiano del Estado de Bienestar no es un procedimiento de carácter técnico capaz de restablecer la estabilidad económica independientemente de las condiciones históricas concretas donde se aplique, sino un recurso de carácter social cuya eficacia aparece determinada por particularidades históricas. En los estadios de desarrollo avanzado del capitalismo las exigencias de la rentabilidad implican, de una u otra manera, un desmantelamiento de las garantías sociales tal y como fueron concebidas por el modelo keynesiano del Estado de Bienestar, pues de la misma manera que éste procuró las condiciones para la realización de la rentabilidad en el contexto excepcional de reconstrucción de la Europa de posguerra o en el de las repúblicas bolivarianas, su recuperación para el contexto europeo actual la obstaculizaría. Atendiendo a la premisa de que todo gobierno trata de evitar el colapso económico, la recuperación del modelo keynesiano del estado de bienestar simplemente no es una opción porque comprometería la rentabilidad de los capitales. Por eso, la originalidad de PODEMOS no radica tanto en la recuperación del modelo keynesiano del Estado de Bienestar, como en la desmantelación del mismo. Bien entendido, el proyecto de PODEMOS apunta hacia la configuración de un marco social compatible con las exigencias de la rentabilidad correspondientes a un estado de desarrollo avanzado del capitalismo (es decir, con un margen más reducido para desarrollarse), lo que necesariamente implica, de una u otra manera, un desmantelamiento del Estado de bienestar, ya sea mediante la privatización de los servicios públicos (apropiación del salario indirecto), mediante la desregulación del mercado de trabajo, o mediante una combinación de ambas. En este sentido el proyecto de PODEMOS puede interpretarse como la adaptación del keynesianismo a las necesidades del capitalismo desarrollado que requieren una dinamitación del Estado de Bienestar que en el mejor de los casos sitúa a PODEMOS tras la estela de la socialdemocracia del norte de Europa, que oculta la devastación de las garantías sociales detrás de conceptos tan aparentemente originales y conciliadores como el de "flexiseguridad".

Históricamente, la tradición republicana ha concebido  la democracia en los términos de una igualdad radical, en el sentido de ausencia de dominación. Ahora bien, mientras que el pensamiento socialdemócrata ha venido promoviendo la conciliación de la democracia con el capitalismo, la tradición marxista, por el contrario, ha reconocido en las relaciones de expoltación de la burguesía sobre el proletariado una dominación latente en el modo de producción capitalista cuya abolición, por lo tanto, es una condición de posibilidad para la realización de la democracia. Pero hablar de democratizar la economía específicamente capitalista, tal y como promueve la socialdemocracia, significa, además, desatender los requisitos internos del capitalismo, tales como el de las exigencias de la rentabilidad de los capitales, que constituyen un corsé para la constitución de la democracia, como muy bien expresa la modificación del artículo 135 de la constitución española. Por todo ello, el marxismo reconoce en el capitalismo y en el pensamiento socialdemócrata un carácter absolutamente irreconciliable (contradictorio) con la democracia, que no puede resolverse más que liquidando uno de los polos de esta oposición, ya sea anulando la democracia, o bien superando el capitalismo. Desde esta perspectiva el keynesianismo no tiene nada que ver con la democracia porque las políticas expansivas que propone no están orientadas a garantizar la igualdad, sino a estimular el consumo para favorecer la reproducción del proceso de acumulación capitalista. La sola idea de hacer pasar el keynesianismo por una democratización de la economía no sólo oculta la desigualdad o dominación constitutiva de la economía específicamente capitalista, sino que con ello se genera automáticamente la percepción de un capitalismo bueno en el que los efectos perniciosos de la explotación son atribuidos, como refleja explícitamente el discurso de PODEMOS, a los abusos accidentales de una minoría de ciudadanos (la casta) sobre la mayoría de los ciudadanos. Además es desacertado equiparar el keynesianismo con una democratización de la economía por cuanto la estimulación del consumo apunta hacia la constitución de una conciencia consumista y competitiva propia de un sujeto desvinculado de la participación política que en nada beneficia, y obstaculiza en la mayoría de los casos, la constitución de la conciencia política propia de un sujeto democrático. Las "reconversiones del keynesianismo" que se levantan sobre la dinamitación del Estado de Bienestar, en nada modifican este juego de sombras, por lo que el despliegue de la retórica de la democratización de la economía, tal y como hace PODEMOS, levanta una apariencia en la cual la normalización de un escenario de devastación social es presentada bajo la percepción de una conquista democrática impulsada por las luchas sociales, lo cual constituye un ataque abierto a la clase obrera en su conjunto por cuanto dificulta la organización del proletariado en clase revolucionaria.

Fuente:

Artículos relacionados:




No hay comentarios :

Publicar un comentario